YINCIHAUA
(Chile)
Leyenda de Tierra del Fuego)Todos los años en la primavera, las
jóvenes mujeres onas se juntaban en una choza especial, para la importante
fiesta llamada “yincihaua”. Acudían desnudas, con el cuerpo pintado y en sus
rostros máscaras multicolores. Tenían gran imaginación para hacerse hermosos
dibujos geométricos, que representaban los distintos espíritus que viven en la
naturaleza. Ellos les daban los poderes que ejercían sobre los
hombres.
Ese día una de las niñas tomó con mucho cuidado un poco de
tierra blanca y empezó lentamente a trazar las cinco líneas que pensaba pintar
desde su nariz hasta las orejas. Las otras jóvenes trataron de imitarla, ya que
las figuras en el rostro eran muy importantes.
La fantasía de cada una se
echó a volar y se pintaron de arriba abajo con armoniosas figuras. Unas a otras
se ayudaban, pero para no ser reconocidas, se pusieron en sus rostros unas
máscaras talladas. Blanco, negro y rojo eran los colores preferidos. En un
momento dado, cuando ya estaban todas preparadas, salieron de la choza con
grandes chillidos y mucho alboroto para asustar a los hombres que las esperaban
afuera.
La bulliciosa ceremonia se encontraba en su apogeo y todos daban
gritos, cuando sobre el tremendo ruido reinante se escuchó una fuerte discusión
entre el hombre sol y su hermana, la mujer-luna.
-Yo no te necesito-
insistía con altivez la luna.
-Sin mí, no puedes vivir- le contestó
sarcástico el sol.
-Perdería mi brillo quizás, pero seguiría
viviendo.
-Sin el brillo que yo te doy no vales nada.
-No seas tan
presumido, hermano sol.
-Tú deberías ser más humilde, hermana
luna.
Y así siguieron la disputa como dos niños chicos. Todos los hombres
se pusieron de parte del sol y las mujeres apoyaron a la luna. La discusión fue
creciendo, creciendo y ni siquiera el marido de la mujer luna, que era el
arcoiris o “akaynic”, pudo lograr que la armonía volviera a reinar entre la
gente de la tribu.
De pronto, un gran fuego estalló en la choza del
“yincihaua”, donde las mujeres habían ido a buscar refugio cuando la pelea se
hizo más fuerte. Allí estaban encerradas cuando las alcanzaron las
llamas.
Aunque el griterío fue inmenso, ninguna logro salvarse. Todas
murieron en el incendio. Pero se transformaron en animales de hermosa
apariencia, según había sido su maquillaje. Hasta hoy mantienen esas
características y las podemos ver, por ejemplo, en el cisne de cuello negro, en
el cóndor o en el ñandú.
Afortunadamente ellas nunca supieron lo que
había sucedido. Les habría dado mucha pena, porque fueron los propios hombres
los que prendieron el fuego. Es que tenían envidia del poder que en el comienzo
de los tiempos ostentaban las mujeres, y querían quitárselo.
Después de
este penoso episodio, la mujer-luna se fue con su esposo “akaynic” hasta el
firmamento. Detrás de ellos, queriendo alcanzarlos, se fue corriendo el
hombre-hermano-sol, pero no pudo lograrlo.
Todos se quedaron, sin
embargo, en la bóveda celestial y no volvieron a bajar a las fiestas de los
hombres.
Fuente: Del Libro “El Mundo de Amado”. Leyendas de Tierra del
Fuego. Lucía Gevert.
Gentileza Ser Indígena
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