Tejiendo relatos. “Correr”, por Karen M.
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Correr
Sólo sé que nos persiguen, caminantes sin mente poseídos por un hambre caníbal del que jamás podrán liberarse. Heme aquí luchando por abrirme paso entre cacharros de metal sin gasolina esparcidos en un imposible laberinto que complican el paso a cualquiera, incluso a ellos.¿Dónde está Ali?, ella estaba justo a mi lado, hace unos momentos…
Eso creo. Porque de repente me siento confusa en relación a mi sentido de orientación.
Lo único que tengo bien claro es que tengo qué ir rápido, más rápido. Veo a más personas huyendo hacia la misma dirección, lejos, algunos gritando desesperados por encontrar un lugar donde ponerse a salvo. No son muchos, después de todo. Ya no quedamos muchos.
-¡Ali! –trato de gritar, aunque mi garganta está seca. Extrañamente seca. Tengo tanta sed… No recuerdo cuándo fue la última vez que tomé un trago de agua. En cualquier caso, no es lo más importante ahora, mientras siga avanzando.
Algunos de los que corren pocos metros adelante me miran, supongo que me estoy quedando atrás; pero claro que no me hacen caso, mucho menos se detienen. Debe importarles más salvar su propia vida.
Quiero avanzar más rápido, pero algo me lo impide. Tal vez las exclamaciones de terror o las miradas de horror a mi alrededor.
Ali ha de andar por ahí, aún viva, tal vez unos metros más adelante, pero viva. Ella tiene qué estar bien entre la gente no contagiada. ¡Tiene qué!
Mi prima es lo único que me queda aquí, en este mundo contaminado bacteriológicamente. No puede haberle pasado nada; es como una hermana para mí.
¡Agh!, ¡Tengo tanta sed!… siento que no podré continuar por mucho tiempo… pero, ¡Por el bien de Ali!, tengo qué hacer un mayor esfuerzo.
Conforme avanzo veo los cadáveres, tanto enfermos y medio acabados como sanos medio completos, tumbados a ambos lados del camino; pareciera que una bestia pasó destruyendo a todos en su camino.
El ardor crece en mi garganta, siento que me quedo sin aliento.
Algo me llama la atención. Un azul brillante relampaguea bajo los rayos del sol, con adornos cafés insertados con hilo. Yo reconozco esa prenda; es el suéter que Ali llevaba hace rato, cuando la perdí de vista. Es que todo había sucedido de la nada; de repente la alarma se disparó y todos debimos salir corriendo de la zona bajo ataque.
-¡Ali-gh! –de nuevo no puedo gritarle, el peso de mi garganta se expande deseando agua, mis pasos se retrasan tropezando con botes de lata. Si no me muevo, me alcanzarán pronto.
Creo que casi alcanzo a mi prima; ahora la puedo ver más cerca. Me mira como si no creyera lo que ve; ¡Debe estar tan feliz de verme! Sonrío a pesar del esfuerzo que conlleva. Ella no se detiene, y eso es bueno, pues la ventaja que tiene le permitirá llegar a algún salvamento.
Siento toser con dificultad, mientras no soporto el dolor de la garganta. Se extiende poco a poco, temo caer deshidratada en un segundo. La expresión de Ali es alarmante. Y es que, miro atrás, hay muchos de ellos caminando rápido para alcanzarnos.
“¡Sigue corriendo, Ali!, ¡No te detengas!”, quisiera poder decirle, pero sé que no podré. La sed me está consumiendo, controlando mi cabeza, ordenándole que tengo qué conseguir algo para beber. Es insoportable.
Sin embargo sí puedo seguir mirándola. Y observo con detenimiento que se nota deteriorada, como cansada de tanto andar; ¿Pero quién no lo está?, todos huimos ahora. Ella también tiene la boca seca, está muy delgada, ojeras bajo sus ojos, y su ropa… su ropa está algo sucia y marcada con tiempo. Pero… ¿Cómo es posible que ese azul brillante haya reducido dos tonos su color en menos de una hora? Y los adornos cafés, están desgarrados por su carrera a través de la ciudad.
No entiendo. Sólo la perdí un poco tiempo, antes de salir del edificio de alojamiento provisional. Yo la alerté para que bajara por las escaleras de incendio, para salir por la calle de al lado, no por donde estarían los infectados; antes de que la masa humana me arrastrara por el lado contrario. Luego me encuentro de nuevo aquí, corriendo por mi vida…
Es mejor que ella siga en marcha, porque pierdo esperanzas sobre mí cuando siento un pesado caminar acercándoseme. Es aterrador imaginar a un muerto detrás de ti, a pocos pasos.
La sed se atora en mi estómago a la vez que llega el ser desfigurado. Observo a mi lado al desgarrado que avanza con un brazo sin responderle y sangre y piel desparramadas en el cuerpo.
Un momento… él me ignora. En cambio, algo adelante parece atraerle más que yo. El ardor del estómago es intenso. Es un vacío que tengo qué llenar; me da impulso para seguir adelante. Ali está muy cerca.
Entonces me doy cuenta, de que no es sed lo que siento, sino hambre. Hambre feroz que me consumirá si no la apago antes. Pero aquí no hay nada qué comer. Nada más que personas. Esas personas que corren fuera de mi alcance; presas aterradas por su consumidor.
Consigo recordar que conseguí salir del edificio, mas no escapar de uno de ellos, quien me mordió arrancando un pedazo de mi brazo. Entonces me infecté. Entonces me perdí, hasta ahora. Hasta que conseguí encontrar a mi prima.
Sí, quería encontrarla… pero no para ayudarla a escapar.
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