lunes, 28 de enero de 2013

Leyenda el Brinco del Diablo. Abasolo, Guanajuato.


Desde hace mucho tiempo los vecinos se acostumbraron a realizar paseos a un pequeño valle que se encuentra detrás de los picachos siendo la fecha del paseo mas importante, la del 14 de septiembre, fecha con la que se iniciaban los festejos patrios.
En esta ocasión (1933), desde el 13 de septiembre por la mañana empiezan los lugareños a llevar maderos y ramas con las que harían sus enramadas para esta fecha, cuando de repente al ir subiendo la cuesta varios de ellos observan extrañados como sobre el cerro empiezan a arremolinarse unas gruesas nubes que sin punto de transacción sueltan un gran torrente de agua acompañado de un viento huracanado que los detiene a todos, ya que todo el horizonte se cubre de una gran oscuridad, quebrada solamente por el estallido de los truenos que iluminaban con sus rayos todo el horizonte circundante.
Es gracias a los relámpagos el que todos pudieron ver que algo insólito estaba sucediendo, un hombre vestido de frac, se dibujada a las luz de los relámpagos saltando tranquilamente de un picacho a otro observando que a cada salto arreciaba la tormenta al grado que en cuestión de segundos estaban ya todos empapados.
Dicho fenómeno nunca antes visto en la población, metió el miedo en la mente limpia y sencilla de sus moradores, por lo que impulsivamente dan media vuelta y corren alocadamente en dirección al pueblo a donde llegan atropellándose unos a otros, llegando hasta el centro de la población en donde se erguía la iglesia del lugar, corriendo sin pensarlo a la casa del señor cura, aporreando la puerta y llamándolo a gritos.
Al salir el señor cura que en ese tiempo acababa de llegar al pueblo llamado Don Efrén Urincho, se aprietan a su alrededor todos los presentes y cada quien a su modo, a gritos y con ademanes le platica de lo que estaba sucediendo. La tormenta, el viento huracanado, los relámpagos y sobre todo el hombre de frac, que tranquilamente saltaba de un picacho a otro, mas el señor cura, dudando de lo que le contaban les pide que esperen a que pase la tormenta para comprobar lo que decía y mientras tanto vayan a sus casas, ofreciéndoles investigar todo al día siguiente.
Una vez escuchado lo que les dice el señor cura todos corren a refugiarse a sus casas, mas como la tormenta no cedía y al contrario arreciaban los relámpagos y la fuerza de la tormenta la curiosidad obligaba a sus moradores a estar pendientes de los relámpagos y ver hacia los picachos, en donde a cada relámpago se veía una y otra vez en su cesión interminable, al hombre de frac saltar tranquilamente de picacho a picacho llenándose toda la gente de terror, por lo que apenas amanece de todos los rumbos sale la gente que se acerca a la parroquia despertando al párroco a quien vuelven a explicarle lo que pasa y le piden ayuda, van comentando el suceso cuando alguien dice que se hagan dos cruces y se ponga una en cada picacho propuesta que es aceptada por todos por lo que de inmediato se busca la madera y en el atrio de la iglesia se hacen las dos cruces para después de ser bendecidas por el párroco sale este con toda la población en peregrinación rumbo al cerro de los tres picachos.
La distancia entre el pueblo y los picachos es corta y sin embargo por la fuerza del viento en contra y la tormenta que no cedía se fue haciendo lento, muy lento hasta que al fin llegan al primer picacho en donde el señor cura después de bendecir las cruces, ordena hacer un agujero para clavar la cruz.
Conforme iban avanzando en la perforación del agujero, parecía más irritada la naturaleza, ya que: nubes, agua y rayos, formaban un concierto dantesco que tenia aterrorizados a todos y solo la gran fuerza de voluntad del párroco los obligaba a continuar.
Una vez terminado el primer agujero, es colocada la primera cruz rociándola con agua bendita y diciendo unas oraciones para luego continuar al otro picacho en donde realizan la misma operación escuchándose al ponerse la segunda cruz, un grito infrahumano que parecía salir de la barranca acompañado de un temblor repentino que origino que varias rocas gigantes se desprendieran de los picachos y rodaron laderas abajo para detenerse a la orilla del pueblo fenómenos estos, que hicieron que a todos se les pusieran los pelos de punta y un continuo santiguad saliera de las bocas que se transforman en admiración al contemplar, como la lluvia y el viento desaparece y las nubes dejan el paso a un brillante sol, pidiendo el señor cura a los presentes le acompañen a dar gracias a Dios por los favores recibidos y acomodándose sobre una roca, celebra por primera vez la santa misa en ese lugar.

Los que acompañaron al señor cura al cerro para poner las cruces observan la gran distancia existente entre los picachos y la gran profundidad que hay en medio de los dos por lo que murmurando bajo y aún con temor decían, en verdad eso que saltaba entre un picacho y otro era el diablo ya que ningún humano podría hacerlo.
Leyenda de Guanajuato, Brinco del Diablo
A partir de ese entonces, dichos picachos que se levantan en el lado sur de Cuitzeo de Abasolo son rebautizados con el nombre del “brinco del diablo”.
Este suceso lo confirman la existencia de las dos cruces que desde aquellas fechas se elevan airosas en la punta de cada picacho que se eleva por el lado sur de la población.

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