martes, 29 de enero de 2013
El Código Secreto de la Biblia
El código
secreto de la Biblia también conocido como el código de la Torá, consiste en
grupos de palabras y frases que se supone que tienen un significado y que
algunos creen que están colocadas intencionadamente de forma "cifrada" u oculta
en el texto de la Biblia.
El código
fue descubierto en la versión hebrea del Antiguo Testamento (Torah), eliminando
los espacios entre palabras, y convirtiendo el texto en una única hebra de
304.805 letras. La computadora explora esta larga tira en busca de las palabras
y frases que se le ingresan al programa. Comienza con la primera letra, primero
de corrido, luego saltando de a una letra, luego de a dos, y así sucesivamente
hasta terminar. Seguidamente, rehace el mismo proceso comenzando desde la
segunda letra, y luego desde las demás hasta terminar. Esto se denomina ELS
(Equidistant Letter Sequences) que significa "secuencias de letras
equidistantes", que luego se reordena para presentarlo como matriz o crucigrama,
al igual que aparece en el dibujo del encabezado de la
página.
Estos
códigos se hicieron famosos a raíz del hallazgo de unas reglas de codificación
(que únicamente podrían aplicarse al texto escrito en su idiomas original, el
hebreo antiguo, y con la ayuda de ordenadores), las cuales demostrarían que el
código puede servir para predecir acontecimientos futuros, demostrado
científicamente. Los más expertos decodificadores (casi todos occidentales)
dudan aún de esta posibilidad. Todas estas hipótesis son negadas por los
escépticos y muchos grupos religiosos. Sin embargo, los partidarios indican que
para poder emitir un juicio correcto, el fenómeno debe ser estudiado mucho más
en profundidad, ya que podrían existir códigos enormemente largos que aún no se
han encontrado. Algunos incluso especulan con la posibilidad de que haya cifrado
a varios niveles (unos códigos dentro de otros), o que se pueda buscar dentro de
matrices de más de dos dimensiones.
El
principal método por el cual se extraen los mensajes significativos es la
secuencia de letras equidistantes (ELS). Para obtener una ELS de un texto, se
escoge un punto de partida (cualquier letra) y una distancia (un número,
preferentemente negativo). Entonces, comenzando en el punto de partida, se
seleccionan letras del texto equidistantes, separadas por el número que se haya
elegido para la distancia. Por ejemplo, en la oración: entre cojos osados, las
letras en negrita leídas de izquierda a derecha, separadas por una distancia de
4 letras, forman la palabra ECOS. Los espacios y los signos de puntuación se
deben ignorar.
A menudo
varias secuencias relacionadas con el mismo tema pueden aparecer simultáneamente
en una serie de letras. Esto se debe a que se coloca el texto en una matriz
regular, con el mismo número de letras en cada línea, extrayendo después un
rectángulo. En el ejemplo, se muestra parte del Génesis (26, 5–10) con 33 letras
por línea. Se muestran secuencias para BIBLIA Y CÓDIGO. Normalmente sólo haría
falta mostrar un rectángulo más pequeño, como el que aparece dibujado en la
figura. En ese caso habría letras que faltarían, pero es esencial que el número
de letras que falten sea el mismo para cada par de líneas adyacentes. Si no, no
se cumpliría la secuencia.
Si se
ordenan las letras de Génesis 26:5-10 en una matriz de 33 columnas, se
encuentran cruzadas las palabras "Biblia" y "código". Hay miles de combinaciones
posibles.Aunque se haya mostrado un ejemplo en inglés, para hacer una búsqueda
de forma correcta habría que usar el texto bíblico en hebreo. Por motivos
religiosos, la mayor parte de los defensores judíos del código usan sólo la Torá
(los cinco primeros libros de La Biblia). Además, ya que las traducciones a
cualquier otro idioma (de las cuales hay cientos de versiones para escoger) no
son el texto original de la Biblia, esto requeriría que se creyera en el
creacionismo de los idiomas (por la influencia de una entidad omnisciente, o
gracias a una cuidadosa construcción) de modo que secuencias tan complejas como
las encontradas en la Torá hebrea estuvieran presentes también en cada
traducción. Otra alternativa consistiría en admitir que las secuencias halladas
por los estudiosos del código no sean tan complejas o tan difíciles de encontrar
como se dice.
En 1997 Michael Drosnin consiguió un bestseller mundial con
El código secreto de la Biblia, obra en la que predijo el asesinato de Isaac
Rabin un año antes de que aconteciera. En El nuevo código secreto de la Biblia.
La cuenta atrás, Drosnin, nos muestra cómo los atentados del 11 de septiembre de
2001 estaban codificados en la Biblia. El autor nos cuenta como advirtió a la
administración Bush del inminente peligro en agosto de 2001 y nos conduce a
través de una serie de prodigiosos descubrimientos hasta la más terrible de las
predicciones:"Guerra Mundial", "Holocausto atómico" y "Fin de los tiempos" están
codificados en la Biblia junto a una fecha: 2006. Michael Drosnin demuestra que
el mensaje de la Biblia está claro: una guerra mundial nuclear estallará como
consecuencia de un atentado terrorista en Oriente Medio. Todavía estamos a
tiempo de evitar el fin del mundo.
La Loca de Ejido
La leyenda cuenta
que en una hacienda de la antigua Villa de Ejido, Mérida (Venezuela), vivió
Lorenzo, un muchacho de veinte años, quien al morir su padre se convirtió en el
heredero de todos sus bienes.En el medio de la
hacienda y a la orilla del camino había una casita detejas y paja, que estaba
oculta entre los ceibos. Allí vivía Marta, una hermosa muchacha que todas las
tardes esperaba que Lorenzo regresara de sus viajes al
pueblo.
Para los padres de ellos esto nunca fue un secreto, ya que
Marta y Lorenzo se veían desde niños. Inclusive, ambas familias disfrutaban
haciendo planes para la futura boda de sus
hijos.
Una tarde como
cualquier otra, Lorenzo llegó a su acostumbrado encuentro, pero ese día las
cosas no salieron como de costumbre.
¿No podrás ir, Marta? -dijo Lorenzo, después de estrechar
dulcemente la mano de su prometida.
No, Lorenzo, es
imposible; mi mamá ha seguido enferma.
¡No te vayas,
Lorenzo, por Dios, no te vayas!. Todos los años hemos ido juntos a Mérida, y no
tengo valor para quedarme aquí sola por varios días, creyendo oír a cada
instante las pisadas de tu caballo y buscándote en vano por las vueltas del
camino. ¡Ah, qué triste debe ser este campo cuando tú estés lejos!.
Marta, -dijo Lorenzo enjuagándose las lágrimas de su
rostro- tú sabes que no puedo quedarme, que debo ir forzosamente a Mérida con mi
madre.
Luego de besarla, Lorenzo se apartó de su amada, tomó su
caballo y partió desdibujándose entre los árboles y la oscuridad de la
noche.
Transcurrieron tres días, y llegó el 26 de marzo de 1812.
Repentinamente, en las calles abarrotadas de gente en Mérida, se estremeció la
tierra de una manera espantosa. Las construcciones se derrumbaron y espesas
nubes de polvo se apoderaron de toda la atmósfera del lugar. Las casas que el
terremoto no había logrado derrumbar, estaban desiertas y sombrías, mientras una
multitud se refugiaba en las plazas pidiéndole misericordia a
Dios.
Al enterarse, Marta
salió de su casa corriendo, perdiendo sus alpargatas y destrenzándose el pelo.
La noche llegó, pero no fue impedimento para que la muchacha llegara a la
ciudad.
Al observar los escombros, Marta lanzó un grito de
horror:
¡Lorenzo!...
¡Lorenzo!
Nadie la veía, nadie la escuchaba. Pero ¿cómo podría ser
escuchada entre tantos gritos y lágrimas?
De repente, allí estaba la madre de Lorenzo, sentada sobre
un promontorio de ruinas y con la mirada perdida, poseída por el espanto. Marta
se acercó hasta ella. Lorenzo había sido sepultado por lo que había sido el
templo de San Francisco, y allí estaba, bajo las
ruinas.
Los ojos de Marta adquirieron una expresión extraña. No
gritó, no lloró. Aquella niña frágil que siempre había estado acostumbrada a una
vida dulce y apacible, amaneció junto a las ruinas en donde había quedado su
vida. Parecía que su inmenso dolor la había
petrificado.
Después de ese día, todos los años, en semana santa, se
veía una mujer recorriendo las calles de Mérida, seguida por un grupo de niños.
Era joven, pero en su rostro se reflejaba locura, hambre y
dolor.
Aquella mujer era Marta, la infortunada joven, víctima de
una pasión tan profunda como inocente, llevada por la mano del destino hasta la
muerte.
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