El Paititi
Desde los lejanos tiempos de la Conquista se ha hablado de la existencia de
"ciudades perdidas", del legendario Paititi y de las fabulosas riquezas
escondidas entre la floresta del Departamento de Madre de Dios, encaramadas en
las estribaciones de los Andes que penetran como espolones en la selva
virgen.
Numerosas han sido las expediciones que se han realizado para
encontrarlas, sin que ninguno de los exploradores las haya localizado hasta
ahora. Al respecto dice el Padre Aza en sus "Apuntes para la Historia de Madre
de Dios", que el Padre Cenitagoya, también misionero dominico, le informó sobre
monumentos de respetable antigüedad encontrados en una expedición al río
Pantiacolla, cuando se estableció la Misión que lleva el mismo nombre. Dichos
restos, de los que antes no se tenía noticia alguna, consisten en inscripciones
y figuras grabadas en roca en una tensión de once metros de largo por dos de
ancho.
La codicia de los conquistadores españoles
por el oro y el deseo de los indígenas de deshacerse de ellos, dieron lugar en
los primeros años de la conquista a la proliferación de leyendas sobre imperios
de fabulosas riquezas y bellas mujeres, enclavados en la espesura de la selva.
Uno de los más interesantes relatos de este tipo es el del Imperio del Paititi,
recogido y mencionado por primera vez por Alvarez de Maldonado al retorno de su
desgraciada aventura al río Madre de Dios, o Amarumayo, que era el nombre con
que los Incas conocieron este río.
La confusa idea, que por entonces se
tenía de la región, hace que en los relatos de la época se atribuya a los ríos
fantásticos recorridos por lejanos lugares. Y así, en la versión dejada por
Alvarez de Maldonado sobre su expedición se mezclan y confunden los ríos
Apurimac, Jauja, Jircas, Amarumayo, Manu, Etc. El hecho es que según esta
leyenda del Paititi, en la confluencia del Madre de Dios y el Beni, con el río
Mantaro, que se suponía se prolongaba hasta el interior de la selva amazónica,
había un imperio en el que se habían originado los incas, quienes a su vez
habían fracasado más tarde en el intento de conquistar a sus supuestos
antecesores.
Como había sucedido con anteriores leyendas, el mito del
Paititi se propagó y dio lugar a muchas tentativas de penetración en la selva de
esa región, conocida también como región de los mojos, parte de las cuales se
encuentra hoy en el territorio de Bolivia, en busca de las riquezas que se
suponían existía allí. Desde Cochabamba y Santa Cruz salían también con
frecuencia expediciones para explorar la selva amazónica, actividad que cobró
inusitada intensidad cuando se generalizó la leyenda del Paititi y así, la
mayoría de los gobernadores de Santa Cruz hicieron constantes intentos de
penetrar en la región de los Mojos y reducirlos.
Tal fue el interés que
se puso en estas andanzas que aún el Presidente de la Audiencia de Charcas, Juan
de Guizarazu, preparó una expedición que no llegó a realizar, pero originó que
reuniera una importante documentación sobre todas las tentativas que hasta
entonces se habían realizado y sus resultados. Entre los documentos que reunió,
está el relato del cura de Mataca, Diego Felipe de Alcaya, quien dice que los
Incas penetraron a la región de Mojos y sostuvieron cruentas luchas con
invasiones de guaraníes. Dice también Alcaya, que un general incaico, sobrino de
un emperador y llamado Mango, logró someter a los indios del Paititi y su
imperio llegó a tener una gran extensión.
El Conde de Castelar envió un
cronista al Rey, en el que se indica la región de los ríos Madre de Dios, Beni,
Mamoré y Andera y según este croquis, la región central del Imperio del Paititi
se encontraría en la confluencia de los ríos Beni y Mamoré en zona que es
boliviana. Pese a las numerosas expediciones realizadas por los españoles a la
zona del supuesto imperio, nunca se llegó a encontrar indicios de su
existencia.
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