Teófico el pescador - El encanto (Piura)
Cuentan viejos pescadores que desde mucho tiempo atrás, del puerto de San Pedro
del distrito de Pariñas - Provincia de Talara, todos los días y a muy tempranas
horas de la madrugada numerosos pescadores se hacían a la mar en sus "balsillas"
(pequeñas embarcaciones artesanales, confeccionadas de troncos de palillo
entrelazadas con soga, una vela detela de lona gruesa y dos remos en ambos
costados que le permitían desplazarse con mayor facilidad), con la finalidad de
pescar en especial peje blanco, cabrilla, y ojo de uva, por ser más apreciados
por su sabor, tanto para el consumo familiar como en el mercado donde alcanzaban
mejores precios y por consiguiente obtenían mejores ingresos.
Como era
natural, por tratarse de una actividad riesgosa, por lo general tenían que
afrontar serios problemas, pero a veces la situación se les complicaba, sobre
todo cuando tenían que enfrentarse a fuertes remolinos con riesgo de perder sus
vidas. Por ello a pesar de su desesperación de no poder seguir avanzado a la
zona de pesca, no tenían más remedio que regresar, lamentando su mala suerte,
para volver a intentarlo al día siguiente y en otras zonas.
Sin embargo, para un personaje la cosa era completamente
diferente. Todos los pescadores recuerdan con asombro, la gran suerte que
siempre acompañaba a un pescador llamado Teófilo, que a excepción de los demás,
era el único que lograba hacer faena, pues regresaba con su pequeña balsilla
cargada de pescado. Esta hazaña sin precedentes, era el tema cotidiano de los
comentarios que se hacían en el pueblo.
Cuentan los pescadores que cuando
salían de pesca, Teófilo sin dar razón alguna como siempre se alejaba de ellos
en dirección de la zona del cerro La Capullana. Por lo general siempre se
encontraba parado sobre un peñazco, dando la impresión como si se hubieran
puesto de acuerdo, porque un negrito con el cordel en la mano y alzando el brazo
le indicaba con gran acierto el lugar preciso donde se encontraba el banco de
pescado. Por este motivo la pesca de Teófilo era exitosa y en consecuentemente
retornaba al puerto con gran exactitud, a las seis de la mañana con su balsilla
llena de pescado.
Comenta mucha gente que conoció a Teófilo, que esta
suerte que Dios le había concedido le acompañó por muchos años, hasta que un día
la noticia de que no había regresado sorprendió a todo el puerto. Según parece a
causa de un gigantesco remolino que se lo llevó al fondo del mar. Otros afirman
que fue el mar que se apoderó de su cuerpo. Sólo se sabe que parte de su ropa
fue encontrada en el interior de una de las cuevas del cerro de La Capullana,
donde el ánima de Teófilo permaneció encantado por mucho tiempo.
Refieren
que un buen día sus familiares recibieron el Concejo de un curandero experto en
asuntos de encantamientos, quién les planteó que la única forma de que Teófilo
se libere del "encanto", era llevando un niño recién nacido y moro (sin bautizo)
y dejarlo sobre una pequeña balsilla en el lugar donde se hundió el pescador.
Para felicidad de sus seres queridos fue así como Teófilo logró liberarse del
"encanto". Desde entonces todos los Viernes Santos este "encanto" se manifiesta,
pero sólo son los familiares de Teófilo los únicos que llegan hasta la cueva y
afirman que en varias oportunidades lo ven con un parecido a la figura de un
pastor con su rebaño.
Aseguran también que es así como se ha cumplido la
misión que el "encanto" le pidió en agradecimiento y retribución por el buen
pescado que generosamente el pescador todos los días ofrendaba al cerro La
Capullana.
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