Chullachaqui
El chullachaqui (del quechua chulla = al revés, chaqui = pie)1 o Shapishico es una de las leyendas más populares de la Selva peruana, refiere a un personaje que adopta la forma o figura de una persona conocida del pueblo para engañar a sus víctimas y hacerlos perder en la espesura de su vegetación.1 2
Lo llaman Chullachaqui y es considerado el duende o guardián del bosque; infunde respeto y temor a propios y extraños. Generalmente se presenta a quienes caminan solitariamente por las trochas. Según la tradición popular, algunas veces se presenta de manera amistosa y otorgando regalos de la Selva, siempre y cuando éste no diga el origen de su buena suerte; otras veces se presenta agresivo. Algunos le atribuyen un espíritu infantil, porque secuestra niños para jugar con ellos, sin hacerles daño; otros en cambio dicen que los rapta, los destroza y se los come.3 Los que han tenido una experiencia personal con el Chullachaqui, dicen que se les presentó cuando realizaban alguna labor propia del lugar, en una figura familiar que les hace señas para seguirlo; después de un buen tiempo se dan con la sorpresa de que ha desaparecido y los ha llevado a un lugar enmarañado del bosque.1
Quienes dicen haberlo visto, sostienen que usa un gran sombrero de paja que oculta un rostro arrugado, en la que destaca una prominente nariz, orejas puntiagudas y ojos rojos. Apenas si traspasa el metro de estatura y viste harapos muy sucios. Otros dicen que camina encorvado y con los pies ladeados.1 Pero quizá, su característica principal recaiga sobre sus pies: uno es de un humano y el otro de un animal (venado, sajino, tortuga, etc): tal como se dejan impresos en el barro por donde circula.3 De allí su nombre Chullachaqui ampliamente conocido en Madre de Dios, la parte selvática de Cuzco, Tingo María, Loreto, San Martín y Ucayali. Además en Huánuco, en donde se le conoce por tsulla chaki.
Algunos dicen haber escuchado descargar su furia por las personas extrañas en su territorio, dando golpes a los árboles con objetos contundentes como un palo, machete o hacha. Otros aseguran escuchar sonidos como de niños llorando, música de flauta o animales caminando; todos atribuidos al Chullachaqui, experto en tocar flauta e imitar el sonido de los animales. Algunos personas de edad avanzada cuentan que antaño, el Chullachaqui ha conversado con ellos, y los ha exhortado a no depredar los recursos de la Selva, es decir, que no cazen a los animales, ni talen a los árboles. De allí su apelativo de “Guardián del bosque”.
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