sábado, 16 de febrero de 2013

En su crítica a mi artículo “La paradoja del país que no puede pensar en sí mismo” (1), Jaime de Althaus me imagina como la voz de un “mercado académico estadounidense” que propaga el mito de los países pobres sometidos a las transnacionales (2). Bueno, allá existe un mundo académico, cuyo propósito no es el lucro (a diferencia de universidades tipo Alas Peruanas) y donde existen tantas posiciones como profesores.

Molesto, califica de “fatigada letanía” mi argumento de la desnacionalización económica. Permítanme insistir. Varios estudios identifican una tendencia a la desnacionalización entre las primeras 500 empresas y en el PBI. Es un hecho innegable. Continúa, y tiene graves consecuencias, incluso entre las empresas peruanas de éxito que las multinacionales compran. No es un mito, es una realidad.

En el mundo maniqueo del pasado socialista malo y la milagrosa transformación iniciada por Fujimori que presenta, afirma que crecen espectacularmente las exportaciones no tradicionales. Seguro, pero ¿qué predomina en el PBI si no son las materias primas de siempre? No me parece mal que exportemos manufacturas, pero debemos recordar que surgieron gracias a las políticas de industrialización nacional.

Althaus habla de pymes que 20 años después tienen finalmente crédito a una tasa del 20%. Habría que ver qué garantías piden los bancos (casa, planta) y cuántos acceden a esta oportunidad, sobre todo en provincias. Si además de pagar el préstamo a 20% anual, tienen que retener y devolver un 19% de IGV, y pagar el impuesto a la renta, buena parte de los ingresos se van a los bancos y al Estado. Eso sin contar que pueden sacar crédito de consumo a una tasa de 180% anual. Así no van a crecer, menos exportar en altos volúmenes, que es un club exclusivo de gigantes, hecho que recordara De Soto hace un tiempo.

Sostiene que los grupos económicos de origen popular representan un éxito extraordinario, pero omite que también los compran (Wong). En realidad, los grupos peruanos son jugadores entre medianos y pequeños en Sudamérica y ninguno es jugador global.

En buena hora emergieron, pero no hay que exagerar, lo que producen es simple. Olvida Althaus que los más fuertes surgieron antes de Fujimori, y que se desarrollaron con generosos incentivos que les dio Alan García. Hoy los sigue engriendo. Graña y Montero, accionista de El Comercio, gana licitaciones con una recurrencia inquietante (Interoceánica, Collique, tren eléctrico).

Romero pidió y obtuvo una concesión portuaria en Ancón. En arreglos palaciegos, los mineros evitaron pagar el impuesto a las sobreganancias y dieron a cambio un mísero “óbolo”. Siguen por tanto gozando de rentas y exoneraciones. Las corporaciones están protegidas jurídicamente, ventaja de que no goza ninguna pyme. Este rentismo para grupos y multinacionales parece más continuidad que cambio. Si solo vemos las flores del éxito, la realidad se transforma en mito, que creo es el terreno en el que Althaus ha hecho una gran contribución.

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