Nessie, la leyenda sigue viva
Corría el año 565 d. C. cuando san Columbano, el poeta irlandés que llevó a Escocia la religión cristiana, arribó al lago Ness. Como a su llegada se había encontrado en la playa con algunos nativos que hablaban de un hombre que “había sido mordido con maldad” por un monstruo marino mientras estaba nadando, mandó a uno de sus compañeros a la otra orilla para que cogiera una barca que allí estaba fondeada. El enviado de san Columbano se armó de valor y partió; pero apenas había llegado a la mitad del trayecto cuando un monstruo, molesto por el nadador, se lanzó contra él “con un gran rugido y la boca desmesuradamente abierta”. El santo, ante semejante aparición, hizo la señal de la cruz y ordenó a la criatura que se alejase de él. El monstruo escapó aterrorizado “más velozmente que si hubiese sido arrastrado por cuerdas”.
Y con esta anécdota, mencionada por un escribano de nombre Adamnan en una biografía de san Columbano, escrita un siglo después de su muerte, se habla por primera vez de una misteriosa criatura oculta en las aguas del Loche Ness, en Escocia.
El lago Ness, que tiene una forma larga y estrecha es, por su volumen, el más grande de los lagos de agua dulce de la Gran Bretaña, y el tercero de tamaño en Europa. Tiene una longitud de 38 kilómetros y una anchura de cerca de 1,6 kilómetros, y llega a alcanzar una profundidad de 180 metros.
En el transcurso de los siglos se estableció la leyenda de que en el lago vivía unkelpie, es decir, un espíritu maligno de las aguas con forma de caballo (leyenda que también circula referente a los demás lagos escoceses). Además, un viajero del siglo XVII habla de una isla flotante que aparecía y desaparecía. Desde entonces han surgido otros relatos escritos que hablan de avistamientos de animales extraños en el lago Ness, pero hay que esperar hasta el 2 de mayo de 1933 para que nazca oficialmente el «monstruo del lago Ness».
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Aquel día, Alex Campbell, un corresponsal local del «Courier» de Inverness, reportó el testimonio del avistamiento del animal por parte de los propietarios de un albergue cercano al lago, en Drumnadrochit. Los esposos MacKay habían referido haber visto «un enorme animal que se desplazaba con movimiento ondulatorio, y que después se sumergió en el lago». Con la publicación de la historia surgió un flujo de informaciones de desconocidos avistamientos anteriores, tanto antiguos como modernos. Durante meses, el tema llenó las páginas de los periódicos y la fama del monstruo se extendió más allá de los confines del condado de Inverness. Ello provocó toda una oleada de cazadores del monstruo que, poco a poco llegaron a la zona del lago Ness.
El 13 de noviembre de 1933, Hugh Gray, un empleado de la British Aluminium Company, realiza, a una distancia de 60 metros, la primera fotografía de un gran objeto que aflora en la superficie. Su publicación hace subir la fiebre del monstruo hasta niveles cada vez más altos. La foto, sin embargo es muy confusa, y los escépticos sugirieron que podría tratarse de un tronco de árbol o de una masa de vegetación, en vías de descomposición.
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El 21 de diciembre, el «Daily Mail» sale con un titular en grandes caracteres: El monstruo de Loch Ness no es una leyenda sino una realidad. En el artículo se puede leer que Marmaduke A. Wetherall, notable experto en caza mayor, miembro de la Royal Geographical Society y de la Royal Zoological Society, ha logrado hacer una reproducción del monstruo. Los expertos del British Museum de Londres, sin embargo, confiesan más tarde que han llegado a reconocer que todo el montaje se había hecho con la estructura disecada de un hipopótamo. Wetherall se convierte en el hazmerreír de la prensa, y son muchos los que empiezan a pensar que es necesario un tratamiento más prudente de todo el asunto.
El interés por el monstruo se entibia un poco, hasta que nuevamente explota el 21 de abril de 1934, cuando el «Daily Mail» publica una fotografía en la que se distinguen claramente la cabeza y el cuello de una extraña criatura que emerge del agua. La fotografía había sido hecha por el teniente coronel Robert Kenneth Wilson, un ginecólogo de Londres, y su negativo no muestra ninguna traza de posibles manipulaciones. La comunidad zoológica queda desconcertada por aquella que se convertiría en la imagen más famosa del monstruo, conocida ya como la «fotografía del médico».
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La famosa “fotografía del médico”, de 1934
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En el verano del año 34, la publicación de The Loch Ness Monster and Others, una recopilación de crónicas, dibujos y fotografías, a cargo de un oficial retirado de la marina, Rupert Gould, estimula la primera serie de expediciones de búsqueda, financiada por sir Edward Mountain, el magnate de los seguros. Mountain contrata a veinte hombres, tras haberlos escogido en la lista de los desempleados locales, y los posiciona, con máquinas fotográficas y prismáticos, en distintos puntos estratégicos, en torno al lago. Se produce algún avistamiento,” pero el auténtico acontecimiento es una filmación hecha por el capitán James Frazer, de Inverness. Sin embargo, tras haber visto el film, los zoólogos de la Linnaean Society, están de acuerdo en afirmar que el animal que aparece allí es una foca o una gran nutria.
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Con esta enésima desilusión se apaga en todo el mundo la manía por el monstruo, ya que han surgido preocupaciones más importantes con los más terroríficos monstruos alemanes. Y el interés no volverá hasta abril de 1957, cuando se publica el libro More Than a Legend de Constance Whyte. Se trata de una colección de todas las pruebas que sostienen la autenticidad del monstruo que, gracias al éxito que llega a obtener el libro, provoca un imprevisto resurgir del interés por el monstruo del lago Ness. De este modo vuelve a aumentar el número de visitantes a los altiplanos escoceses. Uno de estos, el ingeniero aeronaval Tim Dinsdale, queda tan impresionado por todo el asunto, que decide de inmediato abandonar su carrera de ingeniero, y dedicarse por completo al enigma.
En 1960, Dinsdale rueda unos quince metros de una buena película que muestra un objeto lejano en movimiento: la película fue exhibida en el curso del programa Panorama de la BBC e impresionó notablemente a los espectadores, dejando incluso perplejos a los escépticos.
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En 1962, Davio James constituye oficialmente el «Bureau for Investigating the Loch Ness Monster Phenomenon», abreviado Loch Ness Investigation (LNI), una sociedad que tendrá por objetivo establecer distintos puntos de observación permanente en torno al lago. De ella forman parte también Constance Whyte y sir Pe-ter Scott (hijo del famoso explorador antártico Robert Scott). Sin embargo, el trabajo de la sociedad no logra producir nada concreto, si se exceptúa una recopilación de las pruebas ya existentes.
En 1969, quizás inspirada por el célebre film de dibujos animados de los Beatles Yellow Submarine, la LNI organizó una expedición con un submarino amarillo a un lugar denominado Viperfish. Optimista objetivo de la misión: arponear al monstruo o, por lo menos, conseguir alguna muestra de su tejido epidérmico para proceder a su análisis. Tras encallar en su primera expedición, el submarino se mostró demasiado ruidoso, demasiado lento y demasiado embarazoso para poder ser útil, por lo que se abandonó el proyecto.
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En 1972, un equipo de la Academy of Applied Science, dirigido por el doctorRobert H. Rines, ayudado por un estroboscopio subacuático y por un sonar, obtuvo imágenes fotográficas y de sonar de un animal grande y compacto. Un aumento realizado por un ordenador de la NASA de una de las fotos, mostró un apéndice similar a una aleta adosada a un cuerpo robusto y rugoso. Las pruebas fotográficas fueron corroboradas por las del sonar, que había revelado la presencia de grandes objetos móviles, constituyendo de ese modo el descubrimiento más importante de las investigaciones en el lago Ness hasta el momento. Tres años después, el equipo obtiene otras pruebas fotográficas de uno o más animales que viven en Loch Ness. En una de las fotos se aprecia lo que parece una cabeza cubierta por alguna protuberancia.
La noticia de estas nuevas fotos llega inmediatamente a la prensa y aparece en las primeras páginas de los periódicos. En 1976, un simposium organizado por la Royal Society de Edimburgo, y de algunas otras universidades escocesas que van a presentar las fotos, debe ser cancelado por culpa de una publicidad demasiado exagerada. Esto induce a que se hagan suposiciones de todo tipo sobre la autenticidad de las mismas pruebas. A pesar de todo, Rine, de la Academy of Applied Science y sir Peter Scott, del Bureau for Investigating the Loch Ness Monster Phe-nomenon, tienen una conferencia con la prensa en la que anuncian haber dado un nombre al monstruo: Nessiteras Rhombopteryx, que viene a significar, más o menos, «la maravilla de Ness, con aleta de forma triangular».
Tras un examen de la foto, los científicos concluyeron que no demostraba la existencia de ningún monstruo. Lo que se veía podían ser simplemente burbujas de aire, y la «cabeza» del monstruo, un caballo muerto o el tronco de un árbol.
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Imágenes de Robert H. Rines -1972
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Entre una de cal y otra de arena, continuó el interés por la búsqueda en el lago, hasta que en 1987 se organizó una expedición imponente, conocida como la operación Deepscan. Se trataba de la búsqueda más completa, con sonar de tipo medio, que se había llevado a cabo en el lago. Dos docenas de barcas, equipadas con sonar, una al lado de la otra, a todo lo largo del lago, iban a rastrear toda la superficie del lago, metro a metro. Las mediciones duraron tres días, pero sólo en una ocasión se registró el movimiento de algo a gran profundidad; sin embargo, no fue posible identificar su naturaleza.
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Hoy, cuando millones de personas han oído hablar del monstruo del lago Ness, más de cuatro mil aseguran haberlo visto y un centenar han intentado darle caza, el misterio prosigue. «Si bien muchos de los cuatro mil extraños “avistamientos” pueden ser explicados de alguna de las maneras mencionadas anteriormente, es virtualmente imposible rechazarlas todas del mismo modo.»
Hadas, fantasmas o platillos volantes, en teoría, no son fácilmente localizables, y, por tanto, no es posible establecer por anticipado planos de observación; pero en el caso del monstruo del lago Ness, el área que hay que controlar, aunque sea grande, resulta siempre geográficamente limitada. La cosa que más sorprende en este misterio, por tanto, es el hecho de que durante 1.400 años, sí partimos de la presunta observación de san Columbano, o aunque sólo sea desde 1923, cuando fue posible observar todo el lago —cuyas orillas se habían talado cerca de los caminos que lo bordeaban—, nunca se logró obtener una sola prueba convincente, que superara cualquier tipo de duda, sobre la existencia de una, o más, gigantescas criaturas de las aguas del lago.
Han sugerido algunos que las aguas, obscuras y profundas, hacen muy difícil, incluso para alguien que estuviera vigilando constantemente, observar bien cualquier tipo de movimiento. Y, después, las posibilidades de estar en el sitio adecuado en el momento adecuado, para observar a ese monstruo elusivo en su ambiente, son extremadamente escasas.
Pero quizás, antes de intentar explicar ad hoc porque no se acierta a ver al monstruo, sea mejor que intentemos comprender si las pruebas que se han recogido en el transcurso del tiempo permiten afirmar con certeza que realmente existe tal monstruo en el lago.
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San Columbano y el monstruo
La anécdota de san Columbano, según los expertos, representa el primer y más importante relato que documenta la presencia de una criatura monstruosa en las aguas del lago. Se trata simplemente de una anécdota que se refiere a la vida de un santo, escrita un siglo después de su muerte. Por tanto, no habría por qué tomarla en consideración. Pese a esto, si examinamos las fuentes originales es posible descubrir cómo los expertos del monstruo han logrado exagerar incluso este episodio.
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Si se consulta; el texto original de la Vita Sancti Columbae en la que se cuenta el episodio se descubre, de hecho, que el autor no se refiere al lago Ness, sino al río Ness. Un río largo y poco profundo, separado del lago Ness por otro lago, el Doch-four. La escasa profundidad del agua del río Ness, que no impide la navegación, hace improbable la idea de la presencia de un monstruo. Si alguna vez hubiera habido alguna cosa en el lago, las personas que durante siglos vivieron en el castillo de Urquhart, una fortaleza construida en un saliente de la orilla que da directamente sobre el lago, y desde la cual se disfruta de una vista completa del lago Ness, debieran haber visto algo, antes o después. Por el contrario, no existe la menor señal referente al asuntó que haya sido dejada por estos observadores privilegiados.
Todo lo cual nos lleva a los avistamientos de 1933.
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El inicio de la historia
Alex Campbell, el hombre que escribe el artículo sobre el avistamiento del monstruo para un periódico local, desencadenó con su artículo un interés que rápidamente se extendió más allá de los confines del condado de Inverness. En su artículo, Campbell relataba cómo John MacKay y su mujer habían visto «un enorme animal que se desplazaba con movimiento ondulatorio y que después se sumergía en el lago». El detalle de que la pareja tuviese un hotelito que, en los meses siguientes, fue tomado al asalto por los curiosos llegados para ver el lago, insinúa una legítima sospecha sobre la autenticidad de su avistamiento.
Independientemente de consideraciones de este tipo, las cosas no sucedieron como Campbell las había contado en su artículo. La señora MacKay pronto explicó que su marido no había visto nada porque estaba conduciendo, mientras que ella sólo se había sentido atraída por una cierta agitación que había en el agua y que le pareció provocada por «dos nutrias que se peleaban».
Por tanto, es Campbell, que también era el guardapesca del lago, el que tiene el mérito de haber propalado por primera vez la idea de la existencia de un monstruo. Desde niño había crecido con la convicción de que una criatura semejante podía vivir en el fondo de Loch Ness. Por otra parte, explicaba, ¿por qué le habían advertido siempre sus padres que no jugara demasiado cerca del lago? El hecho de que fueran muchos los que hubieran perecido ahogados en sus gélidas y profundas aguas no parece que hubiera sido considerado por Campbell motivo suficiente para las advertencias de sus padres.
Campbell ya había escrito sobre el monstruo y había contado más veces que lo había visto, pero sus relatos se habían limitado, las más de las veces, al círculo de sus conciudadanos. Por el contrario, ahora y en el transcurso de los años Campbell se convertiría en toda una celebridad entre los «cazadores» del monstruo; en realidad, nadie lo había visto tantas veces como él (¡al menos dieciocho veces!) ni había estado tan cerca del monstruo.
En cierta ocasión, mientras se encontraba en el lago a bordo de una embarcación, el monstruo se había acercado y había llevado el barco sobre su espalda durante un buen trecho. Desgraciadamente, Campbell siempre se encontraba solo en estas ocasiones en que se producían estos encuentros «en la tercera fase», y jamás pudo proporcionar una sola fotografía u otra prueba que pudiese confirmar sus historias.
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La broma del hipopótamo
En diciembre de 1933, el «Daily Mail» anunció que había contratado a un experto en caza mayor y a su ayudante para que capturasen al monstruo. Al cabo de varios días, la pareja descubrió sus huellas sobre la playa, y el «Mail» salió con los titulares a toda página.
Cuando al mes siguiente los expertos del British Museum explicaron que las huellas habían sido obtenidas con la pata enfundada de un hipopótamo, el clamor que se había suscitado en torno al monstruo se debilitó. El papel de la broma de M. A. Wetherall, el experto en caza mayor, no quedó, sin embargo, bien aclarado en los diversos libros que se han ocupado del monstruo.
Wetherall había tratado de convencer al «Mail» de que se encargaría de cazar al monstruo, y el hecho de que el British Museum lo hubiese desenmascarado no debió hacerle demasiada gracia. Pero no quedó nunca bien aclarado si el hombre había tomado parte en la burla o si, por el contrario, ésta había sido llevada a cabo a sus espaldas. Pero la consecuencia importante de todo este episodio es que sólo se tomó buena nota del mismo sesenta y dos años más tarde. Regresaremos, más adelante, a estas revelaciones.
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En el intervalo, en la zona del lago, entre curiosos, turistas, cazadores de monstruos y vendedores de souvenirs se había instaurado una atmósfera casi carnavalesca, y las voces de los escépticos se hacían cada vez más fuertes. El director del acuario del Zoo de Londres, E. C. Boulenger, por ejemplo, escribió:
El caso del monstruo del lago Ness merecería nuestra consideración aunque sólo fuera porque constituye un ejemplo extraordinario de alucinación de masas. Desde hace innumerables siglos se centra una profusión de leyendas misteriosas y arcanas en esta gran vía de agua interior (…) Cualquier persona con un mínimo de conocimiento de la impresionabilidad humana no debería encontrar la menor dificultad en comprender las razones de que este animal, que en un tiempo fue visto solamente por muy pocas personas, se haya mostrado en poco tiempo a un número cada vez mayor.
La desilusión por los fallidos sucesos pronto aumentó con la expedición organizada por el rico sir Edward Mountain. Los hombres que había contratado para vigilar el lago le trajeron, efectivamente, fotografías de avistamientos extraños, pero quizás le dieron demasiadas fotos. De hecho, Mountain había escogido a sus hombres entre los desempleados locales, y había prometido una recompensa por cada avistamiento (recompensa que era más elevada por cada foto). Después de haber tenido algunas dudas sobre el asunto, echó una buena reprimenda a sus contratados, y los avistamientos disminuyeron de forma drástica. Por lo que concierne a la filmación de Fraser, los zoólogos que llegaron a verla no descubrieron nada de extraño en ella, reconociendo en la criatura filmada las características somáticas de una foca o de una gran nutria.
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La filmación de Dinsdale
Siguió, por tanto, a todo esto un periodo de desinterés sobre el caso Loch Ness, que sólo se cortó a finales de la década de los cincuenta, tras la publicación del libro de la Whyte y la transmisión televisiva del film de Tim Dinsdale.
Dinsdale había quedado fascinado con la historia del monstruo, después de haber leído un artículo de prensa. Se había aposentado en las riberas del lago y durante una semana estuvo observando el lago con la esperanza de filmar al monstruo. La mañana de su llegada al lugar vio algo que se movía en la superficie del agua, cogió la cámara y empezó a filmar.
El film, considerado por los expertos como el único referido al monstruo, no es particularmente espectacular. En él se ve una mancha obscura no bien definida que se mueve en el lago, a una distancia de casi kilómetro y medio del operador En 1966, los expertos fotógrafos de la RAF analizaron el film y concluyeron que mostraba «probablemente un objeto animado». Sobre esto no había ninguna duda pero la frase fue suficiente para exaltar a los partidarios del monstruo.
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Ronald Binns, que ha escrito el libro The Loch Ness Mystery Solved, una indagación completa y documentada sobre el monstruo del lago Ness, ha llevado a cabo un análisis convincente de la filmación de Dinsdale, concluyendo que la forma filmada por el operador es, casi con certeza, una lancha de motor. La gran distancia y la velocidad a la que se mueve el objeto, apuntan en esa dirección. El particular estado psicológico en que se encontraba Dinsdale, podría haber sido la causa de la interpretación equivoca. Además, Binns pone el acento en un detalle particularmente revelador. Mientras el presunto monstruo se está moviendo en el lago, por el camino que va por la costa, distante poco menos de cien metros del punto en el que se encuentra el «monstruo», pasa lo que probablemente era una camioneta o una caravana. Lo interesante es que, si bien tradicionalmente se había dicho que el monstruo reaccionaba escapando ante cualquier ruido, el misterioso objeto filmado por Dinsdale continúa su camino sin la menor muestra de alteración por el ruido causado por un motor que pasa a unas decenas de metros de donde se encuentra. También el comportamiento del conductor del vehículo se muestra muy interesante. De hecho continúa de forma tranquila por la carretera. Cualquiera que hubiera pasado en aquel momento, a la velocidad a que iba y por una carretera desierta, no habría podido por menos de ver un enorme monstruo que se desplazaba a unos centenares de metros de distancia. El hecho de que el vehículo no se parase sugiere que el conductor vio probablemente algo perfectamente normal, como una lancha de motor.
Dinsdale es también conocido por haber sido el primero que estableció, en su libro The Leviathans (1966), la idea de que John Cobb, campeón de lancha motora, hubiera muerto en 1952 debido a los movimientos del monstruo, asustado por el ruido del motor de la lancha. Cobb se encontraba en el lago para batir el record mundial de velocidad, pero su lancha, el Crusader, se desintegró al chocar contra una masa de agua. Alguien afirmó que había visto la estela del monstruo alejarse en ese preciso momento.
Es absolutamente cierto que la motora de Cobb se desintegró tras haber chocado contra una ola, pero ésta había sido provocada por una de las motoras piloto que la precedían, y no por el monstruo en su huida. A la velocidad que viajaba, el choque de la motora con una pequeña ola hubiera sido una catástrofe. De este episodio existe una filmación, y la presencia de las olas residuales procedentes de las lanchas piloto ha sido confirmada por testigos presenciales del accidente.
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Vídeo del accidente de John Cobb
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Las fotografías de la Academy of Applied Science
En 1970 entra en escena el «doctor Robert H. Rines, presidente de la Academy of Applied Science». La razón de que se hayan puesto comillas a la frase anterior radica en el hecho de que el título del doctor Rines lo había adquirido en una universidad de Taiwan, pero después de su licenciatura se había convertido en abogado, y desde entonces su principal ocupación se encontraba en el campo de las patentes. La Academy of Applied Arts, además, no tenía contacto con ninguna universidad, y sus miembros más importantes no eran científicos sino abogados y hombres de negocios. La credibilidad científica de este grupo, por consiguiente, estaba por demostrar. Pese a todo, el altisonante nombre de la asociación resultaba suficientemente impresionante en las páginas de los periódicos que se ocuparon de su iniciativa.
Basándose tan sólo en unas medidas realizadas con un sonar, Rines sostiene una conferencia de prensa para revelar que el monstruo era albino, medía unos once metros y probablemente era ciego.
A continuación apareció la foto de la «aleta» del monstruo, de la cual Rines exageró su publicidad hasta el punto que la Royal Society de Edimburgo, dando marcha atrás, canceló la reunión que habría debido mantenerse para discutir sobre las mismas fotos. La credibilidad de Rines se cortó posteriormente, cuando una investigación realizada por el «Sunday Times» reveló que el abogado había intentado por todos los medios conseguir un beneficio económico con las fotos. Primero había intentado venderlas por unos 100.000 dólares a la revista «National Geographic», que las había rechazado. Después había probado, también sin éxito, con «Time». Finalmente había logrado encajárselas a los periódicos ingleses más sensacionalistas.
Las fotos, sin embargo, y a pesar de que fueron presentadas por Rines como «el hecho más importante acaecido en este siglo», son una desilusión. Pese a que las imágenes que las mismas cámaras habían captado de salmones y anguilas estuvieran bien definidas y centradas, las del presunto monstruo mostraban solamente vagos contornos sin detalle.
El informe hecho por los zoólogos del British Museum sobre estas fotos es el siguiente:
Las fotografías no constituyen una prueba aceptable de la existencia de un gran animal vivo. Todas las fotografías muestran objetos diferentes, y no hay razón para asociarlas a fotografías anteriores. La confusión de las imágenes es tal que sería igualmente plausible una vasta gama de interpretaciones especulativas.
El naturalista David Attenborough sugirió que la «aleta» habría podido simplemente pertenecer a un pez normal fotografiado desde un ángulo raro.
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Las pruebas fotográficas
Este tipo de documentación relativa al monstruo del lago Ness tiene dos características peculiares: la escasez numérica y la gran diversidad entre una y otra imagen. Hay una enorme disparidad entre el número de avistamientos y el de las fotos tomadas en esas ocasiones. Muchas de las fotos que retratarían al monstruo habrían sido tomadas, según afirman los testigos, por casualidad, mientras se estaba encuadrando alguna otra cosa. La fortuna de estos individuos contrasta notablemente con la de aquellos otros que, a lo largo de una intensa observación del lago, entre 1962 y 1972, no consiguieron obtener más que resultados estériles.
Las pruebas fotográficas, por otro lado, se corresponden bien con los testimonios oculares, en el sentido de que reflejan las contradicciones y las ambigüedades. Según los crédulos, eso es debido a que el monstruo exhibe una gran variedad de formas y comportamientos. Una explicación más evidente aseguraría, por el contrario, que se habrían fotografiado una serie de fenómenos diversos. Una vez que se someten las fotografías del monstruo a un atento examen crítico, resulta sorprendente lo pronto que dejan de representar pruebas a favor del monstruo.
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Ronald Binns, en su libro The Loch Ness Mistery Solved, realizó un detallado examen de todas las fotografías más importantes. Así, por ejemplo, la primera fotografía hecha, la que mostraba de forma muy confusa algo que se deslizaba sobre la superficie del lago, no presenta ningún punto de referencia, como pudiera ser la costa o el horizonte. Otras características la convierten en una prueba insatisfactoria e inconcluyente.
La «foto del médico», aquella tan famosa que mostraba el cuello y la cabeza del monstruo, con las características que tiene no puede ser otra cosa que una broma; y el objeto fotográfico debe ser de dimensiones muy pequeñas (observando tan sólo una reproducción del negativo original, y no una de sus numerosísimas reproducciones, se puede comprender cuan pequeño es el «monstruo»). Es curioso, subraya Binns, que nadie se haya acordado de que la fotografía fue tomada el 1.° de abril.
Otra célebre fotografía es aquella en la que se ven surgir del agua tres «jorobas». Un monstruo con estas características estaría en contradicción con todos los demás avistamientos; pero lo que resulta más importante es que en la foto tomada no existe el menor movimiento del agua. No sólo están inmóviles las jorobas, sino que tampoco se encuentran éstas alineadas entre sí; además están muy cerca de la orilla, en donde hay menos agua.
Finalmente, Binns logró fotografiar unas rocas que sobresalen del lago, de una manera que resultan muy parecidas a las presuntas jorobas del monstruo.
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Una de las fotos más nítidas, y en color, es claramente una broma. Muestra el cuello y la cabeza del monstruo en la que se distinguen nítidamente un ojo y la boca abierta. La foto es notoriamente falsa, no sólo por el aspecto ficticio del monstruo y por el hecho de que se halla absolutamente inmóvil en el agua (no están de ningún modo presentes las normales ondas circulares que deberían existir, si en ese momento emergiese un objeto a la superficie). La foto es falsa porque la hizo un conocido ilusionista inglés, Anthony «Doc» Shiels, muy aficionado a este tipo de bromas.
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Otras fotos resultaron ser grandes ramas flotantes, barcas tomadas desde lejos, crestas de olas… Particularmente interesantes en el libro de Binns son las fotografías de nutrias, corzos y cormoranes que están nadando en el lago. Si no se sabe que se trata de estos inocuos animales, resulta muy fácil cambiarlos por nuevas imágenes del monstruo.
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La «fotografía del médico» desvelada
El primero de abril de 1994, el CICAP lanzaba la «Broma de oro», un irónico premio dedicado al improbable mundo de lo paranormal. Entre los diferentes premiados de aquel año que recibieron a través de «teleportación» una cucharita de oro doblada, hubo un único vencedor de la «Broma desvelada» (una cucharita derecha).
El vencedor fue Christian Spurling, hijastro de Marmaduke Wetherall, el experto de caza mayor al que, sesenta años antes, le habían descubierto las marcas falsificadas de hipopótamo. Antes de morir, en noviembre de 1993, Spurling reveló a dos periodistas ingleses del «Sunday Telegraph», que la famosa «fotografía del médico», hecha el primero de abril de 1934 era una broma. Wetherall, que había tenido que soportar las burlas de los periódicos, después de que las huellas encontradas (y falsificadas) por él, fueran descubiertas por el British Museum, había decidido vengarse ofreciendo a la opinión pública y a los periódicos la foto, auténtica y verdadera, del «monstruo». Una vez adquirido el material necesario, Christian encargó modelar la criatura: una «construcción» de plástico apoyada sobre una base flotante, constituida por un submarino de juguete. Fotografiado el monstruo, la imagen se envió en exclusiva al «Daily Mail», atribuyéndola solamente a Robert Wilson, cómplice de la burla.
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Seguidamente y sobre la que se convertiría en la imagen más famosa del monstruo del lago Ness, Wilson concedió una sola y única entrevista; y cuando se le preguntó si estaba convencido de que la fotografía retrataba efectivamente al monstruo, respondió de forma evasiva.
La revelación confirmó lo que los escépticos siempre habían sugerido: que se trataba de una broma realizada mediante un prototipo.
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¿Un monstruo en el lago?
Llegados a este punto hemos de darnos perfecta cuenta de lo poco creíbles que son las pruebas fotográficas o las filmaciones hechas del monstruo. Sin embargo, y a pesar de todo ello, resulta importante tratar de valorar las probabilidades de que una criatura gigantesca pudiera vivir realmente en el lago Ness.
Ante todo, ¿de qué criatura estamos hablando? Las hipótesis sobre la naturaleza del monstruo son probablemente tantas cuantos son los presuntos testimonios. Se va desde el tritón gigante, descrito por Rupert Gould, al plesiosaurio, un dinosaurio extinguido hace setenta millones de años. Otros, por el contrario, están convencidos de que se trata de un tipo diferente de animal gigantesco: un anfibio, o una salamandra desproporcionada, una foca gigante, una anguila gigante o, incluso, un gusano colosal.
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Sin embargo, no puede tratarse de un mamífero, porque éstos son particularmente activos y se habrían visto más veces; por consiguiente, se les habría podido identificar de forma más amplia. Además, los mamíferos tienen que salir a la superficie para poder respirar, y no hay que olvidar que los avistamientos en superficie han sido muy escasos.
No obstante, la hipótesis más extendida desde siempre es, sin la menor duda, la del plesiosaurio, un dinosaurio marino que se nutriría de peces. El problema, sin embargo, surge inmediatamente cuando se considera que no existen restos de plesiosaurio que sean más recientes que los que se remontan al periodo mesozoico.
Dejemos a un lado, de momento, todas las consideraciones relativas al hecho de que un ser de grandes dimensiones no podría vivir probablemente en las gélidas aguas del lago, y supongamos que un dinosaurio de este tipo se hubiera quedado aislado en el lago Ness cuando, después de la última glaciación, el nivel de la tierra comenzó a emerger, separando las aguas del mar. ¿No podría ser éste un escenario realista?
Por otra parte, no hace muchos años se encontraron a lo largo de las costas de Madagascar ejemplares de celacanto, peces que se suponía habían desaparecido hace setenta millones de años.
Resulta evidente que para que un plesiosaurio llegara vivo hasta nuestros días, no podría haber realizado solo su largo viaje en el tiempo.
Como mínimo tendrían que haber sido dos, en un principio. Después, las crías tendrían que haber seguido reproduciéndose hasta llegar al monstruo (o monstruos) actual del lago Ness. Se presenta aquí, sin embargo, otro problema; si esta teoría fuese verdadera, el fondo del lago debería estar cubierto por esqueletos de dinosaurios, mientras que todos los exámenes llevados a cabo han demostrado que el fondo del lago es plano, sin que existan en él cavernas en las que los plesiosaurios pudieran esconderse o crear un cementerio.
El problema, no obstante, es que ningún científico se permitiría negar la supervivencia de una determinada especie basándose exclusivamente en prejuicios; sobre todo, porque animales contemporáneos de los dinosaurios, como los cocodrilos, las tortugas o los escualos, siguen existiendo en nuestros días. En el caso del celacanto, los científicos se convencieron de que había sobrevivido durante setenta millones de años por el hecho de que, tras encontrar al primer ejemplar descompuesto en 1938, fue capturado pocos años después, en 1952, un ejemplar vivo, con lo que se dio por concluido el misterio. Se da el caso de que si bien entre la observación de un celacanto y su posterior captura transcurrió un tiempo muy breve, con el monstruo del lago Ness la cosa es muy distinta, pues tenemos aquí que esa hipotética especie animal gigante ha eludido no sólo una simple captura sino que ni siquiera disponemos de un documento fotográfico, y todo ello tratándose de una extensión de agua relativamente pequeña.
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Celo misionero
Cuando se establecen estas consideraciones, aquellos que apoyan la hipótesis del monstruo se encogen de hombros y continúan por su camino. La mayor parte de los que se ocupan del monstruo del lago Ness y se han hecho una razón de vida con el tema, no son más que personas entusiastas pero desconocedoras incluso de las nociones más elementales de zoología, historia natural, psicología o hasta de la historia y ecología del propio lago. Los cazadores del monstruo son individuos que «saben» y que, por tanto, no escucharán nada que contradiga su fe inquebrantable.
Para ellos ver es inevitablemente creer; no se admiten interpretaciones equivocadas, alucinaciones u otros errores de reconocimiento. Está claro que cuando una cuestión asume connotaciones de carácter religioso, como en este caso, no tiene sentido discutir sus posibilidades científicas o históricas. Ronald Binns subraya el hecho de que entre los crédulos que todavía hoy siguen frecuentando el lago se respira una atmósfera plenamente religiosa. Un «avistamiento» representa algo que está muy cerca de un milagro, una especie de «revelación» que ejerce una influencia extrañamente espiritual sobre el observador. El mismo efecto que se aprecia en muchos avistadores de OVNIS.
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Hacer una visita a la exposición permanente sobre el monstruo del lago Ness, que se halla en Drumnadrochít, equivale a entrar en un templo, lleno de objetos sagrados y de reliquias. El folleto de la exposición está escrito con el mismo celo misionero que podemos encontrar en cualquier secta religiosa:
¿QUÉ COSA PUEDES HACER?
Cuéntale a la gente lo que has visto en la exposición, háblale a los demás de las pruebas, utiliza esta guía para ayudarte a explicar a la gente por qué el lago no puede ser drenado, por qué los submarinos no han tenido éxito y por qué muchos periódicos emplean un tratamiento superficial cuando hablan de los avistamientos. Explícales cómo las burlas habidas en el curso de los años no han logrado atacar para nada la credibilidad de los avistamientos, ni siquiera los antiguos comentarios hechos por los monjes.
Una seria opinión pública, unida a una investigación del lago más detallada revelará, antes o después, el interés de los organismos científicos y se verá entonces cómo se realizan expediciones a gran escala.
Cuando llegue el momento, el mundo entero descubrirá inesperadamente que existen nuevas especies mucho más excitantes para ser estudiadas, filmadas y preservadas. Ya se trate de un superviviente de la era de los dinosaurios o de una especie completamente nueva, todos reconocerán un día a ese animal indicándolo con el nombre del MONSTRUO DEL LAGO NESS, LA OCTAVA MARAVILLA DEL MUNDO. ”
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